Tolerancia al dolor

Tolerancia al dolor

La tolerancia a la frustración es uno de los elementos que comprometen mi dolor en el sufrimiento cualquiera que éste sea porque siempre surge como una presión o una amenaza a mi existencia.

Quiero ser feliz sin esperas. Pretendo que nada se interponga en mi camino por ser feliz: ni los problemas económicos, ni mis desencuentros con seres queridos, ni la enfermedad propia o de un ser querido, ni los desengaños amorosos o afectivos; ni la desaparición de una persona cercana, o tantas otras perturbaciones que ponen en jaque nuestro proyecto de felicidad.

Este aprendizaje que se vincula con la tolerancia a la frustración es imprescindible para aprender a soportar el dolor.

Cuánta gente conozco que se ahoga en un vaso de agua cuanto tiene que afrontar un problema.

Cómo adoptan entonces ese rol de víctimas frente a la existencia quejándose de su mala fortuna, entregándose al llanto y al desconsuelo.

Sin embargo, también conozco a muchos que saben afrontar los problemas con entereza, con valentía, con juicio y con amor, y que se fortalecen y maduran a través del dolor.

No puedo depender de las circunstancias para ser feliz y vivir consagrado al Señor.

Las contrariedades de la vida son oportunidades para el aprendizaje, y he de estar decidido a recibirlas con firmeza entereza, con espíritu de gallardía, dispuesto a afrontarlas con amor y con sencillez.

El secreto lo dice  San Pablo: “Todo lo puedo en Cristo, que me fortalece”. (Fil 4,13)

Cuántas veces me ha ayudado esta frase del Apóstol para entender que la verdadera fuerza proviene de lo Alto.

Qué el Señor, a través del Espíritu Santo, me concede la fortaleza interior para no sucumbir y salir debilitado de las pruebas la vida.

Cuando vivo en el temor, y en la dificultad he de acercarme confiadamente a Cristo, a su misericordia y pedirle me sostenga en mis momentos de dolor. 

Doy al Señor la oportunidad para que me sostenga, me fortaleza y me de esa esperanza que anhela mi corazón.

Lee, medita y comparte.

P. Óscar