Amar a un ser querido


Amar a un ser querido

Me gusta mucho cuando escucho elogios de amor cuando alguien querido ya no está: fue una persona de puro amor, con una inmensa capacidad de amar.

¿Amar?
¿Cómo estoy yo de amor con mis seres queridos?
¿Comprendo el sentido del amor para darlo de verdad?

�Amar a un ser querido es aceptar la ocasión de conocerlo de verdad y disfrutar de la oportunidad de descubrir lo que custodia más allá de sus máscaras, de sus sentimientos y de su auto protección.

Amar a un ser querido es vislumbrar con afecto, cariño y ternura sus sentimientos más íntimos, sus incertezas e inseguridades, sus temores y carencias, sus ilusiones,  anhelos y alegrías, su dolor, su sufrimiento, sus heridas y esperanzas.

Amar a un ser querido es entender que detrás de su coraza de autodefensa, de timidez o de miedo y máscaras, palpita un corazón sensible, tierno y tal vez solitario, probablemente necesitado de una mano amiga, de un abrazo caluroso, de una palabra amable; anhelante de una sonrisa sincera y amorosa en la que pueda sentirse correspondido.  

Amar a un ser querido es reconocer y entender que  he de ponerlo en las manos del Señor. Es descubrir, respetar y honrar, con independencia de su carácter, su verdadera identidad, y saber apreciar con franqueza y honestidad su infinita grandeza como una expresión única e irrepetible de la vida.

�Amar a un ser querido, es darle la ocasión de que cualquier opinión sea escuchada con atención, respeto, generosidad e interés sin juzgar ni burlarse; aceptar su experiencia vital sin tratar de cambiarla sino de hacerse partícipe de ella, de comprenderla y respetarla.

Amar a un ser querido, es ofrecer un espacio donde quepa la oportunidad de ser el mismo sin el temor a ser juzgado, en el que haya la suficiente confianza de que pueda abrirse sin sentirse obligado a revelar aquello que considera de su esfera más íntima.

Amar a un ser querido, es reconocer y defender que tiene el derecho inalienable de escoger su propio camino, por mucho que éste no coincida con el mío sin exigirle que se amolde a mis ideales o que actúe de acuerdo con mis expectativas y planes.

Amar a un ser querido, es valorar a esa persona por ser quien es, con sus virtudes y defectos, no como desearía que fuera; es poner toda la confianza en su capacidad de aprender de sus errores y de levantarse de sus caídas y comunicarle mi fe y confianza para agarrarse a la esperanza.

�Amar a un ser querido es creer en él cuando incluso duda de si mismo, tratar de contagiarle la alegría, las ganas de vivir, la esperanza, el entusiasmo cuando está a punto de darse por vencido.

Amar a un ser querido es darle todo el apoyo cuando le escasean las fuerzas, animarlo cuando titubea o cuando algo lo agobia y acariciarlo con dulzura cuando algo le entristece, sin permitir que su desdicha le aprisione.

Amar a un ser querido, es disfrutar del simple hecho de estar juntos, libremente y sin ataduras.

�Amar a un ser querido, es es darle gracias al Señor por haberla puesto a mi lado; es disfrutar de la experiencia aún a sabiendas que el mañana es una incerteza pero que lo cotidiano puede convertirlo en un milagro.

�Amar a un ser querido, creación de Dios es en realidad, amar la auténtica naturaleza del hombre, es amarme a mi mismo y amar a Dios por encima de todo.

�Amar a otra persona es ver el rostro de Dios en ella. ¿Es así mi amor por los que me rodean? Y cuando yo ya no esté podrán decir de mí: fue una persona de puro amor, con una inmensa capacidad de amar.

¡Cuánto camino, Dios mío, para aprender a amar como tú amaste!

Lee, medita y comparte.

P. Óscar

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