Soy servidor


Soy servidor

Que lindo que como cristiano sirvo a toda persona, creyente o no creyente, con alegría dándole al servicio un valor de amor.

Jesús siendo Dios se encarnó y se hizo hombre para servir y darme ejemplo.

Jesús con su servicio trazó el camino que el Padre le dio, para que yo como cristiano sigan su ejemplo.

Por ese motivo, el servicio hacia quienes me rodean no es una opción más, es la ruta o el camino que Dios quiere que siga.

Incluso, cuando Santiago y Juan (Mc 10,35-45) le pidieron puestos de autoridad y honor a Jesús en su Reino, Jesús les indicó el camino a seguir diciéndoles: “Cualquiera que desee llegar a ser grande será su servidor y cualquiera de ustedes que desee ser el primero será siervo de todos”.

El servicio es una muestra de amor.  Dentro de la voluntad de Dios tengo este ideal:  “el amor.”

Me enseña los Romanos 12,9-13: Primero, el amor debe ser sincero, no fingido. Esto es parte de la renovación de la mente que lleva al creyente a la acción. 

Segundo, un amor sin hipocresía me lleva a amar al otro, con un amor hermanable, que tenemos un mismo Padre donde existe el respeto. El amor es la definición cristiana del bien.

El amor cristiano es la forma natural de relación entre hermanos de un mismo Padre y miembros de un mismo cuerpo. El amor a los hermanos es signo de un nuevo nacimiento, porque quien es incapaz de amar a sus hermanos debe preguntarse si realmente ha nacido de nuevo (1Jn 3,14).

Tercero, el amor lleva consigo honra. Al estimar a otros en un más alto honor que a uno mismo, “Nada debemos hacer por pleito o contienda o para recibir alabanza, antes bien con humildad, estimando a los demás como superiores a uno mismo, no mirando o pensando en nuestro propio beneficio sino pensando en el beneficio del otro” (Fil 2,3-4).

Cuarto, tengo que ser diligente no perezoso, porque es el amor entregado por Dios es el que me impulsa a la acción en el servicio. El amor es como el combustible que me lleva a servir.

Los Proverbios me enseñan que el perezoso nunca comienza nada (Porv 6,9-10) ya que siempre tiene razones que justifican su desinterés.

Cuando comienza algo es difícil que lo termine, porque cualquier esfuerzo es demasiado grande para él. El perezoso no admite consejo alguno porque se cree sabio en su propia opinión.  (Prov 26,16).

El perezoso no se esfuerza en nada (Prov 20,4), señala que el perezoso aunque no hace nada siempre está insatisfecho y es un impaciente: “el alma del perezoso desea y nada alcanza” (Prov 13,4).

Cuarto, el llamado a ser diligentes en amar es opuesto la pereza. Es una abierta oposición a el accionar del amor.

Quizás, una de las acciones más naturales en nuestra rutina diaria es la postergación. La postergación es dejar para mañana lo que podemos hacer hoy y está íntimamente relacionada con la pereza, son muy amigas. La pereza me detiene.

La diligencia es un llamado del Evangelio, postergar las obras de misericordia entre mis  hermanos es contrario a mi ser cristiano.

Soy servidor, amo a mis hermanos y les sirvo con diligencia, esto me hace crecer y hace que vea en mí las bendiciones del Señor.

Estoy llamado a servir bajo toda circunstancia, porque Jesús me  lo muestra como modelo, en su propia vida.

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P. Óscar

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