Maridos, ¡amen a sus esposas!


Maridos, ¡amen a sus esposas!

Publicado en web el 5 de Julio, 2012

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Lupita:
Dicen que si tu marido te es infiel tú tienes que trabajar más. En mi caso, yo lo hacía así, pero se volvió un círculo vicioso. Él es infiel, miente, yo le perdono y vuelve a ser infiel y a mentir. ¿De qué se trata? Mi espíritu está agotado. ¿De esto se trata el matrimonio?, ¿de que ellos se la pasen a todo dar y uno se aguante todo? Perdón, pero estoy confundida, agobiada y deprimida. Mi niña ha crecido viendo pleitos y gritos toda la vida, y le tiene miedo a su papá, por violento. Por favor, ayúdame.

María.

Querida María:
Es definitivo que el matrimonio no se trata de que uno (a) “la pase bien” y otro (a) sufra sus desmanes. Una relación que se caracteriza por pleitos y gritos no es sana ni admisible, desde ningún punto de vista.
Sobre el trato del esposo hacia su esposa, Dios nos pide en su Palabra:
“Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a la Iglesia y se entregó por ella, para santificarla” (Ef.5, 25-26).
Tampoco es un ambiente propicio para la madurez de los hijos, aquél en el que la violencia tiene papel estelar. Las condiciones en que vives tu vida familiar deben cambiar. El Catecismo de la Iglesia Católica, en el Punto 1666, nos enseña: “El hogar cristiano es el lugar en que los hijos reciben el primer anuncio de la fe. Por eso la casa familiar es llamada justamente “iglesia doméstica, comunidad de gracia y de oración, escuela de virtudes humanas y de caridad cristiana”.
¿Qué hacer?
• Primeramente, debes aceptar que en un matrimonio, donde las cosas no se dan, es por causa de dos. No es uno el culpable y el otro sólo víctima. Siempre será más fácil quejarse que actuar asertivamente.
• Analiza serenamente qué partes del conflicto has alimentado tú, y decídete a madurar como mujer. Tal vez te has prestado a un juego de adolescentes, en el que respondes a una agresión con otra, formando una espiral ascendente y causando estragos en tu propia psicología y en la de toda la estructura familiar.
• Define lo que implica un matrimonio y disponte a exigir, de buen modo, lo que a cada uno corresponde (tanto a él como a ti).
• Con ayuda de un experto que pueda ser intermediario en su comunicación, establezcan un plan de rescate. Esto implicará que los dos hagan un esfuerzo por cambiar. Se trata de generar virtudes en ambos, cambiar hábitos negativos y sustituirlos por otros de corte positivo.
• Considerar que no hay éxito sin esfuerzo.
Plantea a tu esposo esta ruta de acciones. Si éste, definitivamente, no acepta actuar, debes establecer límites claros, e incluso optar por la separación si se hace necesaria. El Catecismo de la Iglesia Católica nos recomienda, en el Punto 1649:
“Existen situaciones en que la convivencia matrimonial se hace imposible… en tales casos, la Iglesia admite la separación física de los esposos y el fin de la cohabitación. Los esposos no dejan de ser marido y mujer delante de Dios. La comunidad cristiana está llamada a ayudar a estas personas a vivir cristianamente su situación en la fidelidad al vínculo de su matrimonio, que permanece indisoluble”.
Amigo lector, no permitas que tu matrimonio se destruya por tus actitudes machistas. Al presentarte ante Dios, darás cuentas sobre el mandato del amor, especialmente el amor a esa mujer que ha compartido su vida contigo, y a quien más debes proteger, cuidar y bendecir.

Lupita Venegas Leiva/Psicóloga
http://www.valoraradio.org
Twitter: @lupitavenegasdc